No hay cifras oficiales, pero sí indicios de que los colegios alternativos en Chile crecen. El que formas de enseñanza nacidas hace un siglo cobren nuevo vigor o que colegios que caben en una casa prosperen, habla de padres dándole valor a algo más que la suma de conocimientos.

Por M. Cristina Goyeneche Ilustración: Ignacio Schiefelbein

El 22 de octubre de 2011, The New York Times se la jugó por meter el dedo en la llaga y destacar en la portada de su edición dominical cuál es el ADN de los apoderados de la escuela californiana Waldorf School of the Peninsula. ¿Su título?: “Un colegio en Silicon Valley que no usa computadores”. Esa simple frase consiguió lo buscado: captar la atención de sus lectores ante la evidente contradicción que sugería. En el reino puntocom alguien osaba mover la balanza en dirección opuesta. Pero lo que verdaderamente causó revuelo fue su primer párrafo: “El director de tecnología de eBay envía a sus hijos a una escuela de nueve aulas. Lo mismo ocurre con los empleados de los gigantes de Silicon Valley como Google, Apple, Yahoo y Hewlett­ Packard”. De hecho, los padres de tres cuartas partes de los alumnos trabajan en empresas tecnológicas.

El impacto no se hizo esperar. Medios de comunicación del mundo aún replican la historia y peregrinan hasta Los Altos, California, para registrar lo que ahí se vive. Entender cómo personas informadas, con currículums bien nutridos, con maestrías en las mejores universidades y con años trabajando en las entrañas de las empresas que marcan tendencia en el desarrollo de las nuevas tecnologías, decidían que sus hijos se formen de una manera opuesta a lo que ellos mismos crean, promueven y venden desde su oficinas. “La idea de que una app en un Ipad le enseñe mejor matemáticas o lectura a mis hijos es ridícula”, comenta en el reportaje un alto ejecutivo de Google.

Surgidos a inicios de 1900, los modelos de educación Waldorf, Montessori o Freinet –por nombrar algunos de los más difundidos mundialmente– ciertamente no son nuevos ni están revolucionando nada. Se trata de “tipos de escuela” propuestos por Rudolf Steiner, María Montessori y Célestin Freinet, respectivamente, en los inicios del 1900. ¿Por qué tanto alboroto entonces? Pues porque cada día va creciendo en los padres la sensación de disconformidad con los esquemas convencionales de educación. Los colegios estatales, los asociados a un credo religioso y los –tanto privados como públicos– de alto rendimiento, están dejando de ser la respuesta. La necesidad de formar “hombres libres” como hace cien años propusieron Steiner, Montessori y Freinet empezó a tener más resonancia en un siglo donde los tipos de familia y los niños son cada día más diversos.

Así lo grafica María Verónica Vergara, directora del Colegio Altamira y que desde hace tres décadas está en el grupo de los llamados colegios “alternativos”. “Al comienzo, los niños que recibíamos eran todos los que escapaban y no podían estar en el sistema tradicional. Venían de colegios bastante elitistas económicamente. Pero desde hace tres años se nos invirtió la pirámide y el fuerte del ingreso está en los niños más pequeños. Leemos ahí una sensación de que hay algo que no está funcionando, una sensación de que acá se ofrece –ni más ni menos– mirar al niño tal cual es y, desde ahí, construir curricularmente un camino con ellos”.

Nuevos padres

Enclavado en Peñalolén, la comuna de Santiago que congrega la mayor cantidad de establecimientos con metodologías de enseñanza más rupturistas, el Colegio Altamira se define inclusivo y “trabaja con todos los desarrollos cognitivos: niños Down, Asperguer, en la norma y estudiantes con dificultades. “El sistema educativo hoy tiene que asumir que tenemos nuevas infancias, nuevas juventudes y nuevos padres”, precisa María Verónica Vergara. Con una demanda de matrículas que es creciente, la directora cuenta que trabajan, además de los profesores, con un equipo de 15 profesionales, entre los que se cuentan sicólogos, fonoaudiólogos, terapeutas ocupacionales, sicopedagogos y educadores diferenciales, quienes deben cumplir con 16 horas semanales en las salas de clases y luego atención particular.

Desde otra vereda, el colegio Rudolf Steiner, Waldorf, igualmente enclavado en Peñalolén, también ha venido notando un aumento tanto en la demanda de sus matrículas como en la aparición de colegios con otras propuestas educacionales. “Se producen varios fenómenos paralelos: uno es la sobreexigencia de parte de los colegios que responden al curriculum del ministerio y sus sistemas de evaluación. Me refiero a una exigencia cuantitativa, no cualitativa, ya que el que un niño responda exitosamente a los sistemas de evaluación Simce, por ejemplo, no significa que esté adquiriendo los aprendizajes necesarios para su etapa de vida. Desde nuestra visión, este sistema pierde de vista al niño como individuo, lo que trae complejas consecuencias para él y su núcleo familiar. Hoy se habla mucho del estrés infantil, del sin sentido del exceso de tareas que merman el espacio de encuentro familiar. Otro aspecto es que, dado el ritmo de vida actual y los cambios sociales que también repercuten dentro de la familia, los padres suelen extraviarse en la crianza de sus hijos, entonces al buscar un colegio con otras características, también están buscando un camino de encuentro con la crianza y un espacio que los vincule con la educación de sus hijos, respondiendo a sus propias búsquedas”, comenta Gladys Alcaíno, miembro de la facultad de profesores del colegio Waldorf Rudof Stainer.

En Chile, por ejemplo, existen doce escuelas Waldorf, entre jardines infantiles y colegios de educación básica y media. Más de la mitad de ellos se fundó del 2000 en adelante. Fenómeno similar pasa con los Montessori, sumando más de 60 en todo el país y concentrándose un tercio de ellos en Santiago. Andino Antillanca, Barrie Montessori, Epullay y Huelquén, son algunos de los más reconocidos. La mayor parte de ellos nacidos por iniciativa de un grupo de padres queriendo armar algo distinto para sus hijos.

A ellos se agrega una lista de colegios con otros sellos: Etievan Francisco Miranda, Altamira, Andonay, Rubén Darío (único bajo el método Freinet), Santa Cruz en Chicureo, con el sistema High Scope, o el Colegio Latinoamericano de Integración, levantado en los 70 por funcionarios de la Cepal, la Unesco y la OMS, entre otros organismos internacionales, que demandaban una opción de vanguardia.

Entre las opciones más nuevas está la Escuela Francisco Varela, llamada así en honor el destacado científico chileno. Aquí la espiritualidad tiene para ellos un rol clave, por lo que la meditación y el yoga son parte de las actividades habituales de los niños.

Adiós a las notas

No existen cifras oficiales sobre cuántos colegios con metodologías innovadoras o paralelas a las tradicionales hay en Chile. Dado que existe la obligación legal de tener un currículum que se ajuste a los estándares exigidos por el Ministerio de Educación, sin importar la forma en que se les

enseñe a los niños, no se construye una estadística especial para ellos. Eso sí, muchos de estos colegios, a fin de tener más libertad educativa, optan por que sus alumnos den exámenes libres cada fin de año. De esta manera, el colegio no necesita apegarse a las exigencias mínimas que hace el Estado. Jimena Sanhueza, coordinadora de la Unidad de Reconocimiento Oficial de la Seremi de Educación, explica que “la normativa para que un establecimiento pueda validar autónomamente los estudios de sus alumnos, requiere de la obtención del ‘Reconocimiento Oficial del Estado’, cumpliendo requisitos mínimos de idoneidad docente, mobiliario, material didáctico y el desarrollo de herramientas de gestión”.

Desarrollar habilidades que van mucho más allá de la acumulación de conocimientos, es el beneficio que muchos padres buscan al momento de inscribir a sus hijos en colegios que le hacen el quite a adjetivos como “excelencia académica” y “alto rendimiento”. Para un niño que asiste a un colegio Waldorf, por ejemplo, “el proceso de aprendizaje que no es evaluado con notas es completamente distinto”, explica Gladys Alcaíno. “Responde al interés que puede despertar en él el profesor y el contenido que se le está entregando. Al no evaluar a un niño por sus notas, sus profesores debemos observar su proceso directamente, algo que sin duda lo beneficia, porque está siendo considerado como persona todo el tiempo, más allá de una escala de notas”.

Desde la mirada Montessori, las actividades propuestas en la sala están pensadas para que cada niño avance según sea su ritmo, evitando siempre la competencia con el resto. El aprendizaje en una escuela Montessori es individual, y el profesor hace de guía para que cada niño se despliegue en actividades como dibujar, contar, experimentar, etc.

Un caso que se destaca es el de los seis colegios municipales de la comuna de Las Condes. Con 5 mil niños a su cargo, la filosofía de enseñanza que hay detrás está mucho más cerca de los “alternativos” que de los “municipales”. Ésta busca sacar la teoría de la sala de clases y mover a los niños “al mundo real, a que experimenten todo en vivo y en directo. La física, la química y la biología”, por ejemplo, explica Alejandra Pérez, directora de Educación del municipio, se estudia en un lugar especialmente construido y equipado para ello en el Parque Alberto Hurtado. Para los niños de prekínder, en tanto, fue la metodología Optimist, creada en España para la formación de niños hasta los 6 años, la que guía el currículum. Se trata de una forma de enseñar que busca desarrollar la memoria, habilidades de cálculo mental y, entre otras cosas, los familiariza con las nuevas tecnologías.

Así como la educación privada está mostrando que cada vez es más creciente la cantidad de padres buscando nuevos caminos, María Verónica Vergara, directora del Colegio Altamira, pone el acento en el mal trabajo que están haciendo todas las universidades al formar a sus profesores, haciéndolos cursar una malla curricular más afín a la sociedad del siglo XIX que a la del XXI. “La heterogeneidad en los niños existe y es valiosa. Sin embargo, seguimos pensando en metodologías para un solo tipo de niños”.

Evidencia

En lo que no hay mucho acuerdo es sobre cuánto ganan o pierden los niños con uno u otro modelo. La evidencia, hasta ahora, no es concluyente acerca de si los alumnos de colegios considerados alternativos desarrollan habilidades diferentes a los que estudian en colegios tradicionales.

Así lo demuestra, por ejemplo, un estudio realizado por la Asociación de Escuelas Waldorf de Estados Unidos citado por el artículo de The New York Times. Si bien, los resultados indican que el 94% de los graduados de estos colegios entre 1994 y 2004, fueron a la universidad y en muchos casos a prestigiosas casas de estudio como Berkeley, Oberlin y Vassar, no es tan sorprendente considerando la importancia que las familias de esos niños le dan a la educación y lo que están dispuestos a pagar por ella.

Tampoco es evidente que el uso –o la ausencia– de computadores u otros dispositivos en la educación sea un elemento diferenciador. Un reciente estudio publicado por expertos en Chile, no logra dirimir la polémica. Los académicos del Departamento de Industrias de la Universidad Técnica Federico Santa María, Roberto Muñoz y Jorge Ortega, acaban de entregar sus resultados sobre el impacto real que tiene en la educación básica el uso intensivo de las llamadas “tecnologías de la información”. Analizando y comparando resultados de pruebas Simce por varios años, los expertos concluyen que los programas estatales diseñados para masificar el uso de tecnología, y por ende disminuir las brechas digitales y sus impactos, no han mostrado efectos significativos en el rendimiento de los niños. •••

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El ABC de la educación alternativa

Montessori: creado por María Montessori (1870­1952), este método busca conseguir un desarrollo armónico para lograr autodisciplina. La meta es formar personas con una buena autoestima, no competitivas y capaces de una rápida adaptación ante nuevas situaciones. Sólo usan materiales Montessori estandarizados a nivel mundial, de modo que todo está hecho con elementos puros como madera o greda y de colores naturales. La sala está lo menos decorada posible. La educadora es una guía que presenta el uso de los materiales al niño para que elija lo que él quiera hacer.

Waldorf: la primera escuela creada bajo los principios del filósofo Rudolf Steiner (1861­1925) nació en 1919. Este enfoque plantea que el desarrollo de la voluntad (primeros siete años), el sentimiento (segundo septenio) y el pensamiento (tercer septenio) tienen igual importancia en el desarrollo de un niño sano. Por ello, el currículum contempla estimular las capacidades cognitivas, morales, artísticas, manuales, musicales y corporales considerando la etapa de crecimiento del niño. Se pretende que éste despliegue su fantasía y su espontaneidad y se le ofrecen las condiciones para ello. La facultad de memorizar parte cerca de los 6 o 7 años, y si se la adelanta, se hará a costa de la capacidad imaginativa. Por cierto, se busca mantener a los niños fuera de la órbita de las tecnologías el mayor tiempo posible, a fin de no limitar el buen despliegue del pensamiento.

Freinet: Célestine Freinet (1896­1966) formó parte del movimiento de la Escuela Moderna. Es considerado su iniciador y principal impulsor y también el de un movimiento de renovación pedagógica. Para Freinet el conocimiento es la acción, la experiencia, el ejercicio. La base de la nueva pedagogía debe ser crear la atmósfera de trabajo adecuada para que el niño pueda desarrollar actividades productivas y formativas. La educación por el trabajo ha de tratarse de una educación­juego que esté a la altura de las necesidades e intereses del niño. El proceso de aprendizaje se basa en la observación, experimentación, acción y no en la razón, como lo hace la pedagogía tradicional. El papel del maestro es antiautoritario, colaborando con el alumno en la búsqueda del conocimiento.

Etievan: creado por Nathalie De Salzmann de Etievan (1917­2007), su modelo es el resultado de una larga experiencia educativa con niños y jóvenes, así como de su propia experiencia de niña cuando vivió en el entorno de Geoge Gurdjieff. Busca formar niños y jóvenes en el “amor a su trabajo”, a esforzarse, a conocerse, a desarrollar su voluntad, a responsabilizarse por sus actos asumiendo las consecuencias, a expresar su sentir, a buscar la verdad dentro de su ser, a centrar su atención y a formar su conciencia, para cada día ser mejores y poder enfrentar las vicisitudes de la vida de una manera positiva.

High Scope: el principio es el aprendizaje activo, o sea, que los niños aprendan de la experiencia directa. Para esto trabajan con material concreto: si hablan de lógica matemática, les enseñan cortando una pizza en pedazos; si hablan sobre los bomberos, va un bombero a hablarles de su profesión. Al final se convierte en un aprendizaje significativo para ellos, porque les queda grabado. Además, complementan los contenidos que se están viendo con paseos fuera del jardín. También trabajan con cuatro rincones de juego: arte, construcción, casa y tranquilo. La idea es que ellos elijan lo que quieren hacer. Todos los materiales están a su alcance, nada está escondido.

Optimist: método creado por el grupo español Fomento, institución educativa que posee 35 colegios, ligada al Opus Dei y que opera desde 1963. Se trata de una forma de enseñar que busca desarrollar la memoria, habilidades de cálculo mental y, entre otras cosas, los familiariza con las nuevas tecnologías.